Cada cuatro años nos volvemos olímpicos y, durante unos pocos días, nos gustaría creer que podríamos ser realmente seres humanos y competir de forma justa.
Pero por eso mismo, porque somos seres humanos, hay veces que no somos justos ni olímpicos y terminamos por hacernos llorar unos a otros porque un segundo se convierte en una hora, que significa una vida.
Una vida de esfuerzos y sacrificios.
Y porque somos humanos lloramos, pero también somos capaces de construir con nuestras vidas, nuestras horas y nuestros segundos, pequeños momentos de felicidad. Ahí va un ejemplo:
Llanto de una hora por un segundo muy largo
No hay comentarios:
Publicar un comentario