9 ene 2013

Una novela cada noche

Cada noche, cuando ya sólo oigo los ruidos dentro de mi cabeza y me esfuerzo en concentrarme para poder dormir, empiezo una novela mental del mismo modo que otros cuentan ovejas.
Dibujo el árbol genealógico de los protagonistas y sus complicadas relaciones. Analizo las características de los personajes principales. Describo los paisajes, los edificios y la ropa que cada uno guarda en su armario y hasta lo que la dama misteriosa lleva en su bolso.
Redacto mentalmente las 15 primeras líneas con una prosa fácil, introduciendo los elementos necesarios para que el lector no pueda cerrar el libro. Controlo las perífrasis verbales y las locuciones adverbiales para que el texto no resulte recargado.
Apenas un adjetivo por línea para no caer en la exageración y el barroquismo.
El esquema de la trama principal está casi completamente definido en mi cabeza, aunque existen varios desenlaces posibles y he de desarrollar mejor algunas ideas secundarias. Todo parece tan claro que lo único que me queda es levantarme y ponerme a escribir. Calculo que llevaré unos 250 folios escritos en Word con letra Time New Roman a 1,15 de interlineado.
Casi no me supone ningún esfuerzo imaginarme con los dedos sobre el teclado. Comenzaré por el principio: El título será Novela mental.

Acabo de volver a cerrar los ojos y comienzo la novela. Nunca sé si es la misma que imaginé y redacté ayer.
Mañana en cuanto me levante me pondré a escribir, esta vez no se me olvida.