Hay épocas en nuestra vida en las que tenemos la clara sensación
de no ser dueños de nuestros actos. No vemos con claridad y si nos paramos a
pensar lo que estamos haciendo, nos da la impresión de que otros han tomado
decisiones importantes en nuestro nombre y de las que no nos hacemos
responsables.
Sin embargo, es nuestra vida y no podemos echarle la culpa a los
demás. No hay cabezas de turco, ni chivos expiatorios que vayan a cargar con nuestros errores, para que nosotros disfrutemos de una oportunidad, y de una tercera, y de una cuarta.
En la vida hay situaciones que sólo vamos a tener delante una
única vez, por lo que no podemos dejar que sean otros los que decidan por
nosotros. Ni siquiera podemos dejar que sean los impulsos los que se apoderen
del momento. Pensar fríamente tampoco es la solución, así que realmente no sé
cómo hay que actuar, ni qué hay que hacer. No puedo dar consejos que no me han
pedido, ni resolver problemas que aún no tengo. No puedo tomar decisión por ti,
ni por mí.