15 jun 2011

Me he quedado de piedra

Hace días que parece que nos invade una tristeza tranquila. Ha llegado sin hacer ruido y no nos hemos dado cuenta de que estaba aquí, hasta que los primeros síntomas eran tan claros que ya no la podíamos detener. Ha sido contagiosa, se ha propagado rápidamente y nos ha dejado a casi todos con el lagrimal en pleno proceso de ejercer su función.
Tan silenciosa y tranquilamente como ha llegado la tristeza, han caído las primeras lágrimas, sin apenas dejarse notar.
Sin embargo, lo bueno que tiene la tristeza en la actualidad, es que todos sabemos no que se instalará para siempre en nuestros corazones, como decían las canciones y los poemas de antes. Llega, te hace moquear y se va con la misma rapidez que un catarro; en un par de días. Después siempre hay algo que te hace salir a la calle y olvidar que tenías tos, igual que de repente dejas de estar triste sin motivo aparente.
Pero esta vez sí recuerdo el motivo, sé perfectamente qué es lo que ha conseguido parar en seco la producción de lágrimas, sollozos y suspiros que habíamos comenzado a encadenar a lo largo de la barra.
Una figura singular ha hecho acto de presencia en el bar, y digo "acto de presencia" con todo lo que esta expresión implica: Acto de Presencia, porque todos, casi a la vez, nos hemos girado para ver cómo entraba y hemos notado que su presencia ejercía una poderosa influencia en nuestro ánimo. Sentimientos encontrados y contradictorios se mezclaban casi en la misma frase:
- ¿Quién es? ¿Qué se le habrá perdido por aquí? 
- ¿A quién estará buscando? Porque seguro que no viene a tomar algo...  
Después del momento de sorpresa, ha sonreído, se ha sentado en el centro de la barra y ha pedido un vodka.
No era nadie. Con el vaso en la mano era como todos los demás, alguien que está solo y que necesita apoyarse en la barra para conseguir llevarse el vaso a la boca sin que se notara su mal pulso, sin que los demás vieran que era tan débil como cualquiera.
Su presencia ha conseguido que todos los demás hubieran olvidado sus miserias y yo, espectador lejano, al contemplar toda la secuencia, simplemente sentí que me he quedado de piedra.